Sunday, March 30, 2014

Lo que Europa medieval hizo con sus adolescentes

Hoy en día existe la percepción de que los padres asiáticos tratan a sus niños con rudeza. Pero, hace cientos de años, en el norte de Europa regía una línea de disciplina particularmente dura con los menores, que eran enviados a vivir y trabajar en casas ajenas. Algo que, sin ninguna sorpresa, los jóvenes no siempre disfrutaban.

¿Cómo era la vida del adolescente europeo por entonces?

Alrededor del año 1500, un asistente del embajador de Venecia en Inglaterra se sorprendió ante los extraños estilos de paternidad que encontró durante sus viajes.

A sus amos en Venecia les escribió que los ingleses mantenían a sus hijos en casa "hasta la edad de 7 o 9 años a lo sumo", pero luego "los echaban, tanto a los hombres como a las mujeres, para que sirvieran en residencias de otras personas, obligándoles a permanecer allí generalmente por otros siete o nueve años".

Los desafortunados niños eran despachados de sus casas independientemente de su clase, "todo el mundo, por muy rico que sea, despide a sus hijos para recibir a otros extraños a cambio".

Aunque le dijeron que era por el bien de los pequeños, él sospechaba que los ingleses preferían tener a los hijos de otra gente en sus casas porque podían alimentarlos con menos comida y conseguir que trabajaran más duro.

Sus observaciones pusieron en evidencia un sistema que operaba en todo el norte de Europa en el período medieval y en los inicios de la edad moderna. Muchos padres de todas las clases sociales enviaron a sus hijos a trabajar como empleados o aprendices; sólo una pequeña minoría se dedicaba a la vida religiosa o iba a la universidad.
Eso sí: no eran tan jóvenes como el autor veneciano sugiere. Según Barbara Hanawalt, de la Universidad Estatal de Ohio, la aristocracia ocasionalmente despachaba a sus hijos a los 7 años, pero la mayoría de los padres los despedían más o menos a los 14.

Diarios y cartas encontradas en libros escolares medievales indican que dejar la casa era traumático. "Todo el placer que sentí siendo un niño desde los 3 hasta los 10 años, bajo el cuidado de mi padre y mi madre, ahora se ha transformado en tormentos y dolor", se queja un niño en una carta entregada a los alumnos para que la tradujeran al latín. Los siervos analfabetos no tenían manera de comunicarse con sus padres y las dificultades para el traslado eran tales que si los niños eran enviados a un lugar a sólo 30 kilómetros de distancia de casa igualmente podían sentirse aislados por completo.

¿De buena fe?

Entonces, ¿por qué evolucionó este sistema aparentemente cruel? Para los pobres, había un incentivo económico evidente: liberar el hogar de una boca que alimentar. Pero los padres realmente creían que estaban ayudando sus hijos al enviarlos lejos y, a la vez, así podían ahorrar un poco para costear un aprendiz.

Esos puestos de aprendiz solían durar siete años, pero podían extenderse por una década. Cuanto más largo fuera el plazo, más barato era: y esa es una señal de que el visitante veneciano no se equivocó al concluir que los adolescentes representaban una fuente de mano de obra barata para sus amos.

En 1350, la peste negra redujo la población de Europa a casi a la mitad, de modo que el trabajo asalariado se volvió costoso. La disminución de la población, por otro lado, significó que la comida se abarató, por lo que tener empleados residiendo en la casa tenía sentido para el amo.

"Había una sensación de que tus padres te podían enseñar ciertas cosas, pero se podían aprender otras si se vivía la experiencia de ser entrenado por alguien más", dice el académico Jeremy Goldberg, de la Universidad de York.

Es posible que también los padres lo vieran como una opción para deshacerse de sus adolescentes rebeldes. El historiador social Shulamit Shahar asegura que en ese momento se pensaba que para los extraños era más sencillo criar a un niño y que esa creencia generalizada en el norte de Europa llegó incluso a lugares de Italia.

Buena conducta por contrato

En el siglo XIV, el comerciante florentino Paolo de Certaldo aconsejó: "Si usted tiene un hijo que no hace nada bueno, entrégueselo a un comerciante para que lo envíe a otro país. O envíelo usted mismo a uno de sus amigos cercanos. Nada más puede hacerse. Mientras permanezca con ustedes, no corregirá su conducta".

Muchos adolescentes estaban contractualmente obligados a comportarse. En 1396, un contrato entre un joven aprendiz llamado Thomas y un brasero de Northampton (Inglaterra) llamado John Hyndlee fue avalado por el alcalde de la ciudad. Hyndlee asumió el papel formal de tutor y se comprometió a alimentar a Thomas y también a enseñarle su oficio y a no castigarlo muy severamente por sus errores. El joven, por su parte, prometió no irse sin permiso y tampoco robar, jugar, visitar prostitutas o casarse. Si el contrato llegaba a romperse, el plazo de su aprendizaje se duplicaría y pasaría a ser de 14 años.

Una década del celibato fue demasiado para muchos jóvenes y los aprendices adquirieron la reputación de frecuentar tabernas, en las que se comportaban de manera libertina y promiscua. Perkyn, el protagonista del cuento de Geoffrey Chaucer The Cook's Tale, es un aprendiz al que lo echan por haber robado a su maestro y se va a vivir con un amigo y una prostituta. En 1517, el gremio Mercers se quejó porque muchos de sus aprendices "eran enormemente desordenados" y gastaban el dinero de sus amos en "rameras y otros derroches".

En algunas partes de Alemania, Suiza y Escandinavia, cierto nivel de contacto sexual entre adolescentes, e incluso veinteañeros, era sancionado. Aunque estas tradiciones sólo se describieron en el siglo XIX, los historiadores creen que se remontan a la Edad Media.

"La niña se queda en casa y un hombre de su edad va y se encuentra con ella", relata Colin Heywood, estudioso de la Universidad de Nottingham. "A él se le permite pasar la noche con ella, incluso puede meterse en la cama con ella, pero a ninguno de ellos se les permitía quitarse la ropa. En realidad no podían hacer mucho más que acariciarse".

Fuera de control

Hasta cierto punto, los jóvenes vigilaban su propia sexualidad. "Si una chica tenía reputación de ser demasiado fácil, se le dejaba algo desagradable en la puerta de su casa, para que todo el pueblo supiera que tenía una mala reputación", señala Heywood.

Los chicos también expresaban sus opiniones sobre la conducta moral de los mayores, en tradiciones como la "cencerrada", el ruido hecho con ollas, sartenes y trompetas, entre otros, para burlarse de los viudos en la primera noche de sus nuevas bodas. Si desaprobaban de un matrimonio -tal vez porque el marido golpeaba a su esposa o porque había una gran diferencia de edad- la pareja era sometida a la vergüenza pública.

Los jóvenes de Francia, Alemania y Suiza se organizaban en bandas y elegían a un "Rey de la juventud" cada año. "Salían a la luz en épocas como carnaval, en momentos en los que el mundo estaba patas para arriba", afirma Heywood.

Como era de esperar, las cosas se salían de control. El historiador Philippe Aries describe cómo en Aviñón los jóvenes intentaron apoderarse de la ciudad un día de carnaval, diciendo que darían "palizas a judíos y prostitutas si no les pagaban un rescate".

En Londres, los diferentes gremios se dividieron en tribus y participaron en violentas disputas. En 1339, los pescaderos estuvieron envueltos en grandes batallas callejeras con los orfebres. Pero irónicamente, los aprendices con la peor reputación de violencia eran los abogados: esos chicos tenían objetivos independientes y no vivían bajo la vigilancia de sus amos.

En los siglos XV y XVI, los disturbios entre los aprendices de Londres se hicieron más comunes. El objetivo de la mafia eran los extranjeros, incluyendo a los flamencos y lombardos. El 1 de mayo de 1517, una noche de saqueos y violencia conmocionó a la Inglaterra de los Tudor.

Para entonces, el número de aprendices en la ciudad se había incrementado y para los adultos era cada vez más difícil controlarlos, dice Barbara Hanawalt. Como disminuyeron las muertes prematuras por enfermedades infecciosas, los aprendices debían esperar mucho tiempo para independizarse de sus amos. "Había un buen número de jóvenes aprendices que no tenían ninguna esperanza de conseguir trabajo o tener un negocio propio", explica Jeremy Goldberg. "Había muchos chicos desilusionados y privados de sus derechos, predispuestos a desafiar la autoridad".

De ayer y de hoy

¿Cuán distintos eran los jóvenes de hoy y los de la Edad Media? Es difícil emitir un juicio con la información disponible, dice Goldberg.

Pero muchos padres de adolescentes del siglo XXI asentirán con la cabeza al reconocer que los jóvenes del siglo VIII, que eran esbeltos (a pesar de que comían mucho), veloces, atrevidos, irritables y activos.

También podrían derramar una lágrima sobre la rara colección de cartas del siglo XVI, escritas por los miembros de la familia Behaim de Núremberg y documentados por Stephen Ozment: Michael Behaim fue aprendiz de un comerciante en Milán cuando tenía 12 años. En la década de 1520, le escribió a su madre quejándose de que no le estaban enseñando nada del comercio o los mercados y que lo que hacía era barrer el piso. Para los padres, quizás, lo más preocupante fue leer que tenía miedo de contraer la peste.

Otro de los hijos de los Behaim escribió a sus padres desde la escuela en el siglo XVI. Friedrich, de 14 años, se quejaba de la comida, pedía que le enviaran indumentaria para guardar las apariencias frente a sus compañeros y preguntaba quién lavaría su ropa. Su madre envió tres camisas en un saco, con la advertencia de que " todavía pueden estar húmedas, cuélgalas en una ventana por un rato".

Y -como lo hacen las madres de hoy, sobre todo si tienen los hijos lejos- le hizo llegar sus consejos maternales: "Usa el saco en que te envío estas cosas para luego guardar la ropa sucia".

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/03/140327_cultura_europa_medieval_adolescentes_finde_en.shtml

Thursday, March 27, 2014

¿Qué ocurre en tu cerebro cuando tejes?

Por Jacque Wilson, CNN

(CNN) – La repentina muerte de su hermano en 2004 fue un golpe muy fuerte para Sarah Huerta.
En los años siguientes, Huerta no podía salir de casa sin sufrir un ataque de pánico. Odiaba subirse a un auto debido a que ahí fue donde encontraron el cuerpo de su hermano. No parecía lograr mantener un empleo por mucho tiempo. Cada vez que salía, sentía que se avecinaba un desastre. Su médico la diagnosticó con trastorno por estrés postraumático y ansiedad extrema. Su esposo le dio agujas para tejer.

Al principio, Huerta se sentía escéptica. Tejer parecía ridículo, y resultaba difícil para las manos que aparentemente, nunca podía dejar quietas. Pero a medida que aprendió a tejer al derecho y al revés, las horas pasaron rápidamente. Ella se dio cuenta de que ya no se centraba en el futuro, imaginando las cosas catastróficas que le podrían suceder a sus seres queridos.

"Fue ahí cuando me tomé en serio el empezar a hacer manualidades", dijo Huerta.

Hacer manualidades puede ayudar a aquellos que sufren de ansiedad, depresión o dolor crónico, dicen los expertos. También puede disminuir el estrés, aumentar la felicidad y proteger al cerebro de daños causados por el envejecimiento.

Pocos estudios se han hecho específicamente en cuanto a hacer manualidades, pero los neurólogos empiezan a ver cómo estudios de actividades cognitivas, tales como resolver crucigramas, también podrían aplicarse a quienes hacen complejos patrones de 'quilting'. Otros están estableciendo conexiones entre los beneficios que la meditación tiene en la salud mental, y el zen que se alcanza al momento de pintar o esculpir.

"Está surgiendo una evidencia prometedora para respaldar lo que muchas de las personas que hacen manualidades han sabido desde hace bastante tiempo", dice Catherine Carey Levisay, una neuropsicóloga autorizada y esposa de John Levisay, director ejecutivo de Craftsy.com. "Y es que crear algo -ya sea a través del arte, la música, la cocina, el 'quilting', la costura, los dibujos, la fotografía o la decoración de pasteles- nos beneficia de varias maneras".

Efectos similares a la meditación
Incluso hoy en día, años después de que Huerta aprendiera a tejer por primera vez, ella sabe que puede perderse horas en un patrón complejo.

El psicólogo Mihaly Csikszentimihalyi inicialmente describió este fenómeno como fluidez: unos cuantos momentos en el tiempo donde te absorbe tanto una actividad que nada más parece importarte. La fluidez, dice Csikszentimihalyi, es el secreto de la felicidad: una declaración que respalda con décadas de investigación.

"Cuando estamos involucrados en algo que requiere creatividad, sentimos que estamos viviendo más plenamente que durante el resto de nuestra vida", dijo Csikszentimihalyi en una conferencia TED en 2004. "Sabes que lo que necesitas hacer es posible de lograr, incluso si se trata de algo difícil, así que la sensación de tiempo desaparece. Te olvidas de ti mismo. Te sientes parte de algo mucho mayor".

Nuestro sistema nervioso solo puede procesar cierta cantidad de información a la vez, explica. Ésa es la razón por la que no puedes escuchar y entender a dos personas mientras te hablan al mismo tiempo. Así que cuando alguien empieza a crear, su existencia fuera de esa actividad se "suspende temporalmente".

"No le queda suficiente atención para monitorear cómo se siente su cuerpo, o sus problemas en casa. No siente hambre o cansancio. Su cuerpo desaparece".

Los efectos de la fluidez son similares a los de la meditación, dice la terapeuta ocupacional Victoria Schindler. La ciencia ha demostrado que la meditación puede, entre otras cosas, reducir el estrés y combatir la inflamación.

Nuestros cuerpos están en un constante estado de estrés debido a que nuestro cerebro no puede establecer la diferencia entre una reunión con el jefe y un ataque de un oso, dice Schindler. Los movimientos repetitivos de tejer, por ejemplo, activan el sistema nervioso parasimpático, lo cual disipa esa respuesta de "lucha o huida".

En el estudio "Las bases neurológicas de la ocupación", escrito en 2007, Schindler y la coautora Sharon Gutman afirman que los pacientes podrían aprender a utilizar actividades como dibujar o pintar para provocar la fluidez, lo cual ofrecería una manera no farmacéutica de regular las emociones fuertes como el enojo, o prevenir los pensamientos irracionales.

"La fluidez tiene el potencial de ayudar a los pacientes a disipar el caos interno", escriben.

Un antidepresivo natural
El centro de recompensas en tu cerebro libera un neurotransmisor llamado dopamina cuando haces algo agradable. Los científicos creen que la dopamina originalmente estaba diseñada para hacernos repetir actividades que ayudarían a la sobrevivencia de la especie, como comer y tener sexo. Con el tiempo, hemos evolucionado de tal manera que el cerebro también libera dopamina mientras pintamos vidrio o decoramos un pastel.

"La dopamina en sí es nuestro antidepresivo natural", dice Levisay. "En cualquier momento podemos encontrar una forma que no involucre medicinas para estimular el centro de recompensas... mientras más lo hacemos, mejor vamos a estar".

Hay evidencia de una encuesta que respalda el efecto de la dopamina al hacer manualidades. En un estudio realizado con más de 3.500 tejedores, publicado en The British Journal of Occupational Therapy, el 81% de los encuestados respondieron que se sentían más felices después de tejer. Más de la mitad informó que se sentían "muy felices".

Y la recompensa de las manualidades va más allá de la creación. Ver el producto final decorando tus paredes -o recibiendo los elogios de un ser querido- puede ofrecer varios estímulos de ese químico que te hace sentir bien.

Hacer manualidades también mejora nuestra auto eficacia, dice Levisay, o cómo nos sentimos respecto a desempeñar tareas específicas. Los psicólogos creen que un fuerte sentido de auto eficacia es clave para la forma en la que abordamos un nuevo reto y superamos las decepciones en la vida. Así que, darte cuenta de que, en realidad puedes tejer en crochet un suéter para tu sobrino, te podría ayudar a hacer el próximo trabajo que te asigne tu maestro.

Las actividades creativas te pueden proteger del envejecimiento
Más de 35 millones de personas alrededor del mundo viven con demencia hoy en día. Para 2050, se espera que ese número se triplique, y los expertos se están apresurando para encontrar formas de proteger al cerebro de esta condición debilitante.

Los neurólogos solían creer que el cerebro era un órgano estático, dice Levisay, y que una vez estaba plenamente desarrollado a tus veintitantos años, todo lo que podías hacer era perder el poder. Pero recientemente, la investigación ha demostrado que nuestros cerebros son flexibles y pueden adaptarse a su ambiente, incluso cuando la persona es de edad avanzada; éste es un concepto que se conoce como neuroplasticidad.

La evidencia que respalda este concepto es abrumadora. Estudios han encontrado que las actividades que son intelectualmente estimulantes, como aprender un nuevo idioma, pueden ayudar a prevenir la atrofia cerebral y retrasan la demencia de forma significativa. Y un ensayo clínico que fue publicado recientemente muestra que la capacitación cognitiva puede mejorar las habilidades de razonamiento y la velocidad de procesamiento del cerebro hasta 10 años después de que dicha capacitación haya sido completada.

"El siguiente paso natural es estudiar otras actividades, no solo las pruebas de memoria o cognitivas", dice Levisay. "¿Qué pasa con las actividades de manualidades? Esto es algo que las personas hacen de forma natural porque son placenteras".

Hacer manualidades también es una actividad única, dice Levisay, debido a la capacidad que tiene de involucrar muchas áreas de tu cerebro. Puede mejorar tu memoria y lapso de atención mientras involucra tu procesamiento visual-espacial, tu lado creativo y tus habilidades de resolución de problemas.

Los científicos están empezando a estudiar el impacto de las actividades recreativas en el cerebro. Jugar, leer y hacer manualidades podría reducir tus probabilidades de desarrollar impedimentos cognitivos leves en un 30 a 50%, según un estudio realizado en 2011 y publicado en The Journal of Neuropsychiatry.

"La hipótesis es que mientras más estimulante sea tu ambiente... más estarás aumentando la complejidad del cerebro, y así, es más lo que te puedes dar el lujo de perder", dice Levisay. "Estás creando una reserva".

http://cnnespanol.cnn.com/2014/03/26/que-ocurre-en-tu-cerebro-cuando-tejes/