* Japón ha certificado a un ciudadano de 93 años como el único superviviente de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Tsutomu Yamaguchi era conocido en Japón por haber sobrevivido a la
bomba atómica de Nagasaki, su ciudad, en 1945. Sin embargo, las
autoridades niponas acaban de certificar la historia que hace años venía
contando: Yamaguchi, hoy de 93 años, también vivió el bombardeo de
Hiroshima, tres días antes.
Y es que el 6 de agosto de 1945, el hombre que ha saltado a las
portadas de todo el mundo casi 64 años después, se encontraba de viaje
de negocios en Hiroshima. Ese día, un avión estadounidense dejó caer
sobre aquella ciudad la primera bomba atómica de las dos que destruirían
la zona y generarían radiaciones por años.
En Hiroshima, Yamaguchi sufrió graves quemaduras tras el bombardeo y
pasó la noche allí. Pero dos días después ya estaba de vuelta en su
ciudad natal, Nagasaki, sin tener ni la menor idea de que el destino le
perseguiría y que allí sobreviviría un segundo bombardeo atómico.
Yamaguchi regresó a casa justo el 9 de agosto y, horas más tarde, se
convirtió en lo que hoy él mismo llama "el mensajero de una lección de
paz para futuras generaciones".
"El hecho de que he sobrevivido doblemente a las radiaciones de las
bombas atómicas es hoy un asunto oficial en el gobierno japonés", ha
dicho Yamaguchi a la BBC, una vez certificada su experiencia en su país.
"Ahora puedo contarles a los jóvenes mi terrible historia y todo el
mundo sabrá lo que viví incluso después de mi muerte".
Aproximadamente 140.000 personas murieron en Hiroshima tras el
bombardeo, mientras otras 70.000 perecieron tras la destrucción de
Nagasaki. Los supervivientes han vivido con las secuelas de las
radiaciones, que incluyen graves enfermedades por años tras las bombas.
Yamaguchi, según el Guardian, sólo perdió levemente la audición de uno de sus oídos.
http://elpais.com/elpais/2009/03/25/actualidad/1237967332_850215.html?id_externo_rsoc=FB_CM
Thursday, August 6, 2015
Thursday, July 23, 2015
Hallado uno de los fragmentos del Corán más antiguos del mundo
EFE
Londres
22 JUL 2015
La Universidad inglesa de Birmingham ha hallado unos fragmentos del Corán que podrían ser los más antiguos del mundo, de más de 1.300 años de antigüedad, por lo que su autor pudo incluso haber escuchado predicar al profeta Mahoma. Las piezas llevaban al menos cien años archivadas en una colección de libros y documentos de Oriente Medio en la biblioteca de la universidad, sin que nadie advirtiese de su importancia.
Los fragmentos fueron descubiertos por un catedrático que hacía una investigación, por lo que solicitó estudios de radiocarbono, que han confirmado la antigüedad del material. La directora de colecciones especiales de la universidad, Susan Worrall, dijo a la BBC que los expertos que evaluaron el texto no imaginaron "ni en sus sueños" que fuese tan antiguo. "Descubrir que teníamos los fragmentos más antiguos del Corán en todo el mundo ha sido emocionante", afirmó Worrall.
Los análisis fueron realizados por la Unidad de Acelerador de Radicocarbono de la Universidad inglesa de Oxford, que establecieron que los fragmentos fueron escritos en piel de oveja o cabra y que podrían ser de los más antiguos del Corán aún existentes.
Las pruebas aportaron una variedad de datos, pero establecieron con una probabilidad del 95 por ciento que el material fue escrito entre los años 568 y 645, por lo que lo sitúa en el periodo en que se inició el islam con la predicación de Mahoma en La Meca.
"Las fechas nos llevan a los años de la fundación del islam. Según la tradición musulmana, el profeta Mahoma recibió las revelaciones que conforman el Corán, las escrituras del islam, entre los años 610 y 632, el año de su muerte", dijo David Thomas, profesor de cristianismo e islam de la Universidad de Birmingham.
"La persona que los escribió bien pudo haber conocido al profeta Mahoma. Probablemente lo habría visto, lo habría escuchado predicar. Lo habría conocido personalmente", según el catedrático. Los fragmentos están escritos en hijazi, una forma antigua de árabe.
Debido a que los análisis de radiocarbono no identificaron un año concreto, sino una amplia franja de fechas -de casi 80 años-, es difícil establecer con seguridad que se trata de los fragmentos más antiguos del mundo, pues hay otros textos del Corán, en colecciones públicas y privadas, que tienen una antigüedad similar.
El experto en manuscritos de la Biblioteca Británica, en Londres, Muhammad Isa Waley, resaltó que se trata de un "descubrimiento emocionante", que "alegrará" al mundo musulmán.
Waley ha explicado que los folios hallados en Birmingham son "preciosos" y escritos a mano en un "hijazi legible" y probablemente elaborados en las fechas de los primeros califatos.
El califato fue inicialmente liderado por los discípulos de Mahoma como una continuación del sistema religioso establecido por el Profeta, y el primero fue el llamado Cuatro Califas Ortodoxos (632-661), único reconocido por suníes y chiíes.
Según la universidad, los folios forman parte de la colección Mingana, formada por más de 3.000 documentos de Oriente Medio reunidos en los años veinte del siglo pasado por Alfonso Mingana, nacido cerca de Mosul, en el norte de Irak. En su día, Mingana tenía la misión de hacer viajes a Oriente Medio para adquirir documentos, bajo el patrocinio de Edward Cadbury, de la dinastía de la famosa fábrica de chocolates.
El hallazgo ha sido recibido con gran entusiasmo por la comunidad musulmana en Birmingham, por lo que la universidad ya ha adelantado que los fragmentos serán expuestos en algún momento al público. "Cuando vi estos folios me emocioné mucho. Tenía lágrimas de alegría. Y estoy seguro de que gente de todo el Reino Unido vendrá a Birmingham a verlos", dijo el presidente de la Mezquita Central de esa ciudad del centro de Inglaterra, Muhammad Afzal.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/22/actualidad/1437566566_023247.html
La Universidad inglesa de Birmingham ha hallado unos fragmentos del Corán que podrían ser los más antiguos del mundo, de más de 1.300 años de antigüedad, por lo que su autor pudo incluso haber escuchado predicar al profeta Mahoma. Las piezas llevaban al menos cien años archivadas en una colección de libros y documentos de Oriente Medio en la biblioteca de la universidad, sin que nadie advirtiese de su importancia.
Los fragmentos fueron descubiertos por un catedrático que hacía una investigación, por lo que solicitó estudios de radiocarbono, que han confirmado la antigüedad del material. La directora de colecciones especiales de la universidad, Susan Worrall, dijo a la BBC que los expertos que evaluaron el texto no imaginaron "ni en sus sueños" que fuese tan antiguo. "Descubrir que teníamos los fragmentos más antiguos del Corán en todo el mundo ha sido emocionante", afirmó Worrall.
Los análisis fueron realizados por la Unidad de Acelerador de Radicocarbono de la Universidad inglesa de Oxford, que establecieron que los fragmentos fueron escritos en piel de oveja o cabra y que podrían ser de los más antiguos del Corán aún existentes.
Las pruebas aportaron una variedad de datos, pero establecieron con una probabilidad del 95 por ciento que el material fue escrito entre los años 568 y 645, por lo que lo sitúa en el periodo en que se inició el islam con la predicación de Mahoma en La Meca.
"Las fechas nos llevan a los años de la fundación del islam. Según la tradición musulmana, el profeta Mahoma recibió las revelaciones que conforman el Corán, las escrituras del islam, entre los años 610 y 632, el año de su muerte", dijo David Thomas, profesor de cristianismo e islam de la Universidad de Birmingham.
"La persona que los escribió bien pudo haber conocido al profeta Mahoma. Probablemente lo habría visto, lo habría escuchado predicar. Lo habría conocido personalmente", según el catedrático. Los fragmentos están escritos en hijazi, una forma antigua de árabe.
Debido a que los análisis de radiocarbono no identificaron un año concreto, sino una amplia franja de fechas -de casi 80 años-, es difícil establecer con seguridad que se trata de los fragmentos más antiguos del mundo, pues hay otros textos del Corán, en colecciones públicas y privadas, que tienen una antigüedad similar.
El experto en manuscritos de la Biblioteca Británica, en Londres, Muhammad Isa Waley, resaltó que se trata de un "descubrimiento emocionante", que "alegrará" al mundo musulmán.
Waley ha explicado que los folios hallados en Birmingham son "preciosos" y escritos a mano en un "hijazi legible" y probablemente elaborados en las fechas de los primeros califatos.
El califato fue inicialmente liderado por los discípulos de Mahoma como una continuación del sistema religioso establecido por el Profeta, y el primero fue el llamado Cuatro Califas Ortodoxos (632-661), único reconocido por suníes y chiíes.
Según la universidad, los folios forman parte de la colección Mingana, formada por más de 3.000 documentos de Oriente Medio reunidos en los años veinte del siglo pasado por Alfonso Mingana, nacido cerca de Mosul, en el norte de Irak. En su día, Mingana tenía la misión de hacer viajes a Oriente Medio para adquirir documentos, bajo el patrocinio de Edward Cadbury, de la dinastía de la famosa fábrica de chocolates.
El hallazgo ha sido recibido con gran entusiasmo por la comunidad musulmana en Birmingham, por lo que la universidad ya ha adelantado que los fragmentos serán expuestos en algún momento al público. "Cuando vi estos folios me emocioné mucho. Tenía lágrimas de alegría. Y estoy seguro de que gente de todo el Reino Unido vendrá a Birmingham a verlos", dijo el presidente de la Mezquita Central de esa ciudad del centro de Inglaterra, Muhammad Afzal.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/22/actualidad/1437566566_023247.html
Wednesday, May 20, 2015
“En Arabia Saudí necesitas un hombre”
Ángeles Espinosa
Riad
19 MAY 2015
“En este país necesitas un hombre”, resume Vega Gutiérrez, una de las ingenieras españolas que trabaja en la construcción del metro de Riad. “Este país” es Arabia Saudí, donde las mujeres tienen prohibido conducir, no pueden estudiar, viajar o someterse a una intervención médica sin el permiso del varón que tenga su tutela, y deben ocultar sus cuerpos bajo unas túnicas negras llamadas abayas. Pero ni esas restricciones, ni la mala imagen del Reino del Desierto, han desanimado a estas pioneras ante un reto profesional tan importante para ellas como para su anfitrión.
Gutiérrez se refiere a los problemas de movilidad como no poder coger el coche para ir a visitar otros puntos de la obra, hacer la compra semanal o acudir a un restaurante. Esta ingeniera de Caminos salmantina es la responsable de contrato de la línea 5, una de las tres constructoras del consorcio internacional liderado por la española FCC. Con la experiencia de 15 meses en Riad, admite que tiene la suerte de que su marido también trabaje en el mismo proyecto. Le da mayor independencia fuera del entorno laboral.
“El conductor se ha convertido en mi sombra”, señala por su parte Berta Tapia, jefa del departamento de Topografía de la misma línea, cuyo marido e hijos se han quedado en Barcelona. “Pero no sólo es un problema de movilidad, si no tienes marido no puedes socializar con otros hombres o compañeros”, añade.
Las dificultades son a veces sutiles y, para mujeres acostumbradas a liderar equipos, resultan difíciles de encajar. Cuentan que a los compañeros saudíes les cuesta dirigirse a ellas y, cuando lo hacen, no les miran a la cara. “No tienen costumbre porque entre ellos [mujeres y hombres] no hablan, pero poco a poco se están habituando. También tú aprendes a no dar la mano a no ser que ellos te la ofrezcan primero”, apunta Almudena Álvarez, ingeniera de Caminos que dirige el departamento de diseño. “En su mentalidad no existimos, están aprendiendo”, añade.
Supera lo anecdótico. También afecta a la organización del trabajo. “No tienes la libertad que en otros países para convocar una reunión, pero son temas que se pueden salvar, haciéndolo a través de un compañero, por ejemplo”, reconoce Gutiérrez. “Hay que venir con una actitud diferente; eso mismo que en Madrid sería el fin del mundo, aquí soy consciente de donde estoy”.
Tampoco les pilló de sorpresa. Sabían que venían al país más conservador y misógino de Oriente Próximo. Intuían que las condiciones serían difíciles, pero pesó la oportunidad profesional. “Es un proyecto muy ambicioso, y en España en estos momentos no hay mucha obra civil”, coinciden.
Más complicado resulta dar órdenes o reprender a alguien cuando su trabajo no está a la altura. “Hay una parte cultural”, concede Álvarez. Esta viguesa, que llegó hace 10 meses desde Panamá, ya había notado allí la necesidad de tener más delicadeza para hacer las críticas. “Los españoles somos muy directos y eso se malinterpreta”, afirma. “Cuando vine, no podía salir a la obra, pero en mi trabajo si no veo…”, recuerda Tapia, la topógrafa. “No me pongo físicamente detrás de la máquina [el teodolito o estación total, con el que se hacen las mediciones], aunque de vez en cuando bajo a la tuneladora a echar un vistazo con discreción”, confía antes de recordar divertida que el primer día rompió la abaya porque se enganchó.
No obstante, se muestran convencidas de que al tratarse de occidentales, a los saudíes no les preocupa mientras vayan cubiertas y sean discretas. “Les causa más sorpresa que otra cosa”, asegura Vega.
También notan cierto esfuerzo por encajar este nuevo fenómeno de mujeres a pie de obra. En Arabia Saudí, ni siquiera pueden estudiar ingeniería. Unas pocas valientes lo han hecho fuera, pero o trabajan en Aramco (la compañía nacional de petróleo) o en tareas de oficina. Sólo en 2005 abrió la primera facultad de arquitectura en una universidad femenina.
Esa segregación absoluta a la que aspiran los más puritanos saudíes también crea oportunidades para las extranjeras. Tal es el caso de Sandra Yagüez, joven topógrafa en otra empresa de ingeniería que está rehabilitando y ampliando un campus. “Para el periodo de garantía de la obra, las mujeres, que van a ser las usuarias, no pueden comunicarse con los hombres que la están ejecutando; así que voy a ocuparme yo”, explica.
“Es una contradicción: no dejan que entren mujeres, pero las necesitan”, constata Yagüez, que tuvo que casarse antes de instalarse en Riad para poder vivir con su hasta entonces novio. En la obra tiene una oficina separada de sus compañeros, y al principio alguno se apartaba de su camino cuando se cruzaban. “Trabajo en la sombra”, admite. Aunque eso no le resta entusiasmo. “Te lo han pintado tan mal antes de venir, que una vez aquí no te parece tanto”, subraya.
Es la misma impresión a la que han llegado sus compañeras de FCC. “Al final, llevar la abaya es el mal menor, como un uniforme”, concluye Álvarez.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/19/actualidad/1432055770_026271.html?id_externo_rsoc=FB_CM
“En este país necesitas un hombre”, resume Vega Gutiérrez, una de las ingenieras españolas que trabaja en la construcción del metro de Riad. “Este país” es Arabia Saudí, donde las mujeres tienen prohibido conducir, no pueden estudiar, viajar o someterse a una intervención médica sin el permiso del varón que tenga su tutela, y deben ocultar sus cuerpos bajo unas túnicas negras llamadas abayas. Pero ni esas restricciones, ni la mala imagen del Reino del Desierto, han desanimado a estas pioneras ante un reto profesional tan importante para ellas como para su anfitrión.
Gutiérrez se refiere a los problemas de movilidad como no poder coger el coche para ir a visitar otros puntos de la obra, hacer la compra semanal o acudir a un restaurante. Esta ingeniera de Caminos salmantina es la responsable de contrato de la línea 5, una de las tres constructoras del consorcio internacional liderado por la española FCC. Con la experiencia de 15 meses en Riad, admite que tiene la suerte de que su marido también trabaje en el mismo proyecto. Le da mayor independencia fuera del entorno laboral.
“El conductor se ha convertido en mi sombra”, señala por su parte Berta Tapia, jefa del departamento de Topografía de la misma línea, cuyo marido e hijos se han quedado en Barcelona. “Pero no sólo es un problema de movilidad, si no tienes marido no puedes socializar con otros hombres o compañeros”, añade.
Las dificultades son a veces sutiles y, para mujeres acostumbradas a liderar equipos, resultan difíciles de encajar. Cuentan que a los compañeros saudíes les cuesta dirigirse a ellas y, cuando lo hacen, no les miran a la cara. “No tienen costumbre porque entre ellos [mujeres y hombres] no hablan, pero poco a poco se están habituando. También tú aprendes a no dar la mano a no ser que ellos te la ofrezcan primero”, apunta Almudena Álvarez, ingeniera de Caminos que dirige el departamento de diseño. “En su mentalidad no existimos, están aprendiendo”, añade.
Supera lo anecdótico. También afecta a la organización del trabajo. “No tienes la libertad que en otros países para convocar una reunión, pero son temas que se pueden salvar, haciéndolo a través de un compañero, por ejemplo”, reconoce Gutiérrez. “Hay que venir con una actitud diferente; eso mismo que en Madrid sería el fin del mundo, aquí soy consciente de donde estoy”.
Tampoco les pilló de sorpresa. Sabían que venían al país más conservador y misógino de Oriente Próximo. Intuían que las condiciones serían difíciles, pero pesó la oportunidad profesional. “Es un proyecto muy ambicioso, y en España en estos momentos no hay mucha obra civil”, coinciden.
Más complicado resulta dar órdenes o reprender a alguien cuando su trabajo no está a la altura. “Hay una parte cultural”, concede Álvarez. Esta viguesa, que llegó hace 10 meses desde Panamá, ya había notado allí la necesidad de tener más delicadeza para hacer las críticas. “Los españoles somos muy directos y eso se malinterpreta”, afirma. “Cuando vine, no podía salir a la obra, pero en mi trabajo si no veo…”, recuerda Tapia, la topógrafa. “No me pongo físicamente detrás de la máquina [el teodolito o estación total, con el que se hacen las mediciones], aunque de vez en cuando bajo a la tuneladora a echar un vistazo con discreción”, confía antes de recordar divertida que el primer día rompió la abaya porque se enganchó.
No obstante, se muestran convencidas de que al tratarse de occidentales, a los saudíes no les preocupa mientras vayan cubiertas y sean discretas. “Les causa más sorpresa que otra cosa”, asegura Vega.
También notan cierto esfuerzo por encajar este nuevo fenómeno de mujeres a pie de obra. En Arabia Saudí, ni siquiera pueden estudiar ingeniería. Unas pocas valientes lo han hecho fuera, pero o trabajan en Aramco (la compañía nacional de petróleo) o en tareas de oficina. Sólo en 2005 abrió la primera facultad de arquitectura en una universidad femenina.
Esa segregación absoluta a la que aspiran los más puritanos saudíes también crea oportunidades para las extranjeras. Tal es el caso de Sandra Yagüez, joven topógrafa en otra empresa de ingeniería que está rehabilitando y ampliando un campus. “Para el periodo de garantía de la obra, las mujeres, que van a ser las usuarias, no pueden comunicarse con los hombres que la están ejecutando; así que voy a ocuparme yo”, explica.
“Es una contradicción: no dejan que entren mujeres, pero las necesitan”, constata Yagüez, que tuvo que casarse antes de instalarse en Riad para poder vivir con su hasta entonces novio. En la obra tiene una oficina separada de sus compañeros, y al principio alguno se apartaba de su camino cuando se cruzaban. “Trabajo en la sombra”, admite. Aunque eso no le resta entusiasmo. “Te lo han pintado tan mal antes de venir, que una vez aquí no te parece tanto”, subraya.
Es la misma impresión a la que han llegado sus compañeras de FCC. “Al final, llevar la abaya es el mal menor, como un uniforme”, concluye Álvarez.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/19/actualidad/1432055770_026271.html?id_externo_rsoc=FB_CM
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